
Chaguaramas en un lugar perdido en el estado Monagas en Venezuela, quizás para alguno sea más conocido por la cercanía al campamento forestal de Uverito. Chaguaramas, al igual que Uverito son uno de los mas grandes campamentos forestales desarrollados desde los años 70. Increíble o no, ahí se plantaron pinos, una subespecie climatizada para el trópico.
Para cuando yo tendría unos 16 años, fui invitado por un Ingeniero Forestal a quien por cercanía y afecto llamare tío Ronnie, quien para el tiempo fungía como segundo o tercero en una empresa estatal, encargada de reforestar a Venezuela.
Mi tío para aquella época habría detectado que su hijo mayor Andrés, requería una experiencia que le ayudase a pasar mejor esa difícil etapa llamada adolescencia, y para ello pensó que, enviándole a un campamento forestal a 16 horas de distancia por tierra, le ayudaría. Conociendo que tío, es una persona a la cual se la puede definir como planificada, cosa que los latinos aún estamos en proceso de entender este vago concepto. Como decía, él pensó la mejor manera de hacer esta experiencia una aventura y no un trauma, así que pensó en enviarle con compañía y en esta parte entré yo en esta aventura.
Veamos porque tío pensó en mí. Primero ambos teníamos la misma contextura y fisonomía, éramos rubios y de la misma edad (yo mayor por un año), ambos éramos chilenos de origen y sobre todo ambos teníamos unas familias sobreprotectoras cuyas madres son unas leonas cuando alguien tocaba a uno de sus cachorros. Lo que nos hacia unos perfectos incompetentes en materia de supervivencia. Tío incluso llegó a considerar el hecho de que no éramos grandes amigos, la condición de chilenos era la explicación de ello. Y debo reconocer que, comparado con Andrés, yo siempre he sido una piña debajo del brazo. Vaya que par, los dos unos adolescentes que tal como dice una canción llevábamos mal eso de la adolescencia ya que éramos como dos perros nuevos que se ataban los zapatos al caminar.
El primer día, como el resto de la semana, cuando llegamos a Chaguaramas, paso no sin dejar un ambiente tenso entre los que trabajaban y moraban en el campamento y nosotros los dos señoritos. Para ellos nosotros éramos lo mas cercano a unos extraterrestres que tuvieran en mente, pero a eso habría que agregarle, el hecho de ser demasiado blancos y suaves para sus estándares y no hay que olvidar que hijo y amigo de unos de los caciques de la empresa para la cual todos ellos trabajaban. Nosotros solo atinábamos a estar callados mientras buscábamos como salir corriendo para escondernos debajo de las polleras maternas. Pero igual, ambos sabíamos que, si volvíamos llorando, seria una raya que nunca superaríamos, así que hicimos lo único que se puede hacer en estas circunstancias, tragar grueso y aceptar nuestro destino, cambiando nuestra ropa interior tantas veces como fuese posible.
Hay que hacer notar, que la forma de ser de los venezolanos era muy distinta de la nuestra, mi amigo Andrés no solo era hijo de chilenos como yo, también había tenido un corto paso por Alemania cuando mi tío fue a vivir allá por un doctorado. Yo a este encuentro lo llamaría un choque entre dos formas de ver la vida. Los venezolanos son gente muy sencilla que casi no tienen problemas de tipo raciales y estaba muy lejos de ellos ese pensamiento en el cual podríamos ser vistos como a blancos superiores, de hecho, nos miraban y trataban de tal a cuál y lo único que hacían era hacernos bromas para acercarnos a ellos. Los únicos que estábamos bjo esta estupidez éramos mi amigo y yo, ya que ello estaban y seguían su vida como si nada. Prácticamente desde el mismo momento en que respondimos con sonrisas y les comenzamos a mentar las madres, todo paso a mejor, ya que pronto éramos panas (Amigos). Igual seguíamos siendo unos niñatos consentidos y mimados; pero eso no les quitaba invitarnos a todas sus fiestas y eventos.
La sabana, es un lugar árido de poca vegetación que tiene en sus ríos toda la naturaleza que se puede ver en una jungla amazónica, pero el resto era solo un lugar plano con unos pequeños arbustos infectados de culebras y demás animales típicos de la zona. Estos lugares que bordean los ríos son conocidos con el nombre de morichales, que es donde la mayor parte de la vida se concentra. Cerca del campamento, teníamos un morichal donde se podía ir después de trabajo a refrescarse bajo ciertas cautelas, tales como salir del agua si se veía venir una rama o un tronco que serpentease. De resto era una película de tarzán. Podría decirse que era un paraíso, pero esto duraba mientras los zancudos no llegaran.
Como decía, yo estaba en una de esas etapas en las cuales era difícil de entender como era capaz de vivir con tantas heridas que me auto infringía. Cierta vez, buscando un momento de relajación baje al morichal después de mi jornada de trabajo para un relajante baño. Yo estaba solo en traje de baño, recostado de un tronco y dejando flotar el resto del cuerpo, mientras dejaba que la corriente del agua hiciera el resto. Eso sí, siempre atento a cualquier rama flotante. Cuando de repente vi del lado contrario del rio donde yo estaba, a un grupo de monos que me miraban con cierta curiosidad, poco a poco los veía acercarse a su orilla y otros de subían a los arboles a recoger algunos frutos. Cuando de repente sentí el impacto de una semilla cerca de mí, por un momento pensé que algún fruto de los arboles donde yo estaba se había dejado caer. Pero luego fue otro, así que me senté, mientras miraba a mi alrededor. Finalmente vi que uno de los monos era el causante de mi estado de alerta. Al no ver que yo hiciese algo, el repitió su acto con la mirada extraviada y de alguno de sus compañeros, como haciéndose los inocentes. Así que muy típico de mí, tome una piedra y sin meditar mis actos solo atine a lazarla en respuesta y así espantarlos. Craso error, al momento de recibir mi respuesta todos los monos echaron para atrás, para luego volver de todos lados con más semillas y comenzar a lanzarme todo lo que tuvieran a la mano. No es de extrañar que lo único que atine a hacer fue tomar toda mi ropa y huir como en los comics que tanto me gustaban, pues para mí era mejor dejar un letrero heroico tipo monumento, que dijese aquí corrió, que aquí dejo el pellejo otro adolescente de esos que se las saben todas.

Chaguaramas habría dejado también, otros momentos en mi vida, como aquella noche que no podía dormir por la tormenta que se cernió sobre nosotros, así que decidí ir a verla y fue una noche inolvidable ya que vi en primera fila una tormenta eléctrica en el trópico. Todo el cielo se iluminaba en distintos momentos, mientras los truenos retumbaban por todos lados. Era la escena de una lucha entre dioses y titanes, casi se podían percibir las figuras gigantescas de los combatientes mientras dejaban caer pesadas armas sobre sus oponentes que al tocar sus escudos o petos estallaban en forma de relámpagos y truenos. Una obra de teatro que solo se puede ver cuando el ser aún esta en formación.
Cada día, chaguaramas nos regalaba pequeñas aventuras y cosas que ver y explorar, y debo reconocer que en esto mi curiosidad siempre me hacia romper todas mis promesas de mantenerme seguro y no hacer ninguna estupidez. Era como ese chiste donde se dice que la inteligencia corre detrás de uno, pero uno corre más rápido que ella.
Así llegó el día, en que una gran fiesta de la empresa se montó a 16 horas de camino, en el pueblo de donde yo venía. Todos estábamos invitados siempre y cuando pudiéramos ir. Lamentablemente el ingeniero encargado del campamento solo tenía plaza para uno de nosotros así que el otro no podría ir. Adivinen quien se quedó fuera. Pero como soy un ser tozudo y la inteligencia no me asistía, no me resigné a mi destino y cuando todos hubieron marchado, yo tomé mi morral, algo de dinero y me fui a buscar un bus. El trayecto fue de mas de 16 horas y habría tomado un bus y muchos carros conocidos en Venezuela de carritos por puestos, en lo cuales un conductor te llevaba a ti y a otras 4 personas en carro por el precio de un pasaje. Tuve que esconderme de la guardia nacional porque era menor de edad, y así lograr mi objetivo. Lo mas encantador de estos viajes espontáneos no solo son las aventuras, sino que además la gente que conoces. Así conocí a una mujer mucho mayor que yo que me adoptó como a una mascota y se dejo seducir por la gran cantidad de marcas que mi alma tenía, producto de mi manera de ser. Al llegar temprano en el autobús a la ciudad de Caracas, los dos fuimos a desayunar y a despedirnos, no sin antes mirarme con una cierta ternura al ver, tal como ella me dijo a un ser con unos ojos azules tan brillantes que fuese capas de autoinfligirse tanto dolor. Así, después de muchas horas llegué a casa y fui a la fiesta, no sin antes llevar a casa a alguna de las personas con las cuales trabajaba. Mi mamá estaba encantada de ver como esas personas me trataban y sonreían y a su vez ellas estaban encantadas con mi madre por todas sus intenciones. Una de ellas me dijo que le resultaba extraño ver a mi mamá sonriendo, ya que ellos tenias la idea de que los chilenos no sonreímos. Conozco gente que todavía piensa eso.
Me quedaré con otras historias de lo que vi y viví en Chaguaramas ya que repetiríamos esta aventura una vez mas con mi amigo un año más adelantes y luego de forma personal yo volvería muchos años después para ver la sombra de lo que fue el comienzo del fin de mi adolescencia.
