
Aquella mañana del funeral de la reina Elizabeth II, mi esposa sentada en la cama miraba en el vacío como quien se pregunta algo antes de levantarse.
La miré de reojo y con el mayor cuidado le pregunté que le pasaba.
Por un momento en completo silencio ella se quedó en la misma posición y luego me dijo aun mirando en algún punto en el infinito, que sentía que algo le faltaba.
Mi esposa desde que llegó a vivir conmigo acá en Londres, siempre había sentido esa imagen omnipresente de la reina. La vio envejecer y ser devorada por no pocos momentos cruciales tanto en su vida como personal como en la de su país.
Aquella mujer, sin ser nada de mi esposa, se hacia falta es ese momento en el cual reafirmaba la inmortalidad de los hombres.

El día llegó y su hijo Charles se habría de convertir en el nuevo regente de UK, el hombre que había esperado prácticamente toda su vida para ser el rey Charles III de una nación que no pasa por sus mejores momentos.
Encontré a mi esposa sentada en el sofá muy abrigada y viendo la TV en un típico día londinense gris y lluvioso.
La ceremonia apenas comenzaba cuando me uní a ella para ver este evento en vez de ir como miles de personas a ver si podían ver la procesión. No narraré lo que prácticamente el mundo entero pudo ver de manera directa como si se tratara de un evento mundial, cosa que ya sabemos que no lo es, y aun así que hizo que tanta gente lo mirase o al menos estuviese atento a este evento. No lo tengo muy claro pero mi esposa lo esperaba con mucha ansiedad.
Nada de lo que ella veía le hacia sentido, pues ella misma desconoce los misterios de una misa cristiana y todos sus simbolismos, y este era un evento que tiene mas de dos mil años haciéndose desde que los sumerios impusieran la realeza y el sacerdocio. El primero como un derecho divino y el segundo como servidores e intermediarios entre los mortales y sus dioses.
Pero ella seguía este evento como si se trazase de una misa donde un enviado del mismísimo Dios era envestido de todo poder para representarle. Para mi esposa está muy claro que el nuevo rey es solo un mortal mas y ese tal derecho divino es solo una tradición ya olvidada y hoy en día sin sentido, pero aun así ella lo miraba con profunda admiración, no despegaba la mirada de la TV y no permitía ningún comentario que la distrajese.
Ella había leído todos los artículos que precedieron a la coronación, la mayoría de ellos de corte social, casi que de picoteo o comentarios entre bastidores de lo que tanto el rey como la nueva reina había hecho antes de este evento. Todo un montaje entre farándula y verdadero temor de lo que esta responsabilidad conlleva, pero nada de una preparación espiritual a conexión con un altísimo para saber que se les pedía.
Mi esposa esta acostumbrada a seguir los domingos una misa en inglés y aquí lo demostraba ya que seguía todos los misterios de la santa comunión en perfecta concordancia. En algunos momentos me hacía reír ante su impaciencia por ver la corona ya impuesta y por dejar salir algunas de sus inquietudes acerca de todo este proceso y significado. Se molestaba si alguien hacia algo que ella no esperaba y esto mas risa me daba, pero ella igual seguía el proceso sin prestar atención a ninguno de mis comentarios o risas.
Finalmente, todo terminó y mi esposa como saliendo de un trance volvió a su cotidianidad como quien regresa de una misa.
Me preguntaba que conexión extraña existe entre una persona que nunca ha entendido lo que una monarquía es y mucho menos que hay detrás de cada señal, objeto y proceso que hay dentro de todo este misterio llamado coronación de un rey, que tal como he dicho viene de tiempos tan remotos donde solo los estudiosos tienen al menos una pequeña idea. Y aun así hay gente que se llega a embelecar por una imagen de fe tan arraigada en ellos que no se preguntan siquiera si todo esto tiene algo de místico o es solo una creación del espíritu y la mente de los hombres.

