La Negación
Prólogo
La negación es la primera de las etapas por las cuales pasamos tras una desilusión.
Simplemente nos negamos a aceptar lo que es ya tan evidente. Algunas veces lo hacemos solo para no dar nuestro brazo a torcer o simplemente para no perder el pudor, la vergüenza la imagen frente a otros. Como diría alguien en Venezuela: “A mí, que me monten cachos no me duele tanto como pensar en la joda que van a tener mis conocidos cuando se enteren”. Si, hasta hacemos un chiste de eso.
Como he comentado, en otras oportunidades, he conocido muchos tipos de desilusiones las cuales van desde la archí conocida desilusión amorosa pasando por las intelectuales donde hay varias pintas, tales como las políticas, religiosas, históricas y pare de contar. Pero la más desastrosa y peligroso ha sido la que tuve conmigo mismo.
Verán, por muchos años había creído que todo lo que sabía estaba claro y era así, invariable, inmutable; era como una ley. Y de repente, te cuestionas o te cuestionan y no tienes como probar tu punto.
Por muchos años había creído que solo de mi lado político (Izquierda) estaba la verdad, y que la misma era incuestionable, como si hubiese sido dictada por algún dios sabio y benigno. Era y es tan evidente ver la injusticia que existe en nuestras sociedades y así mismo identificar el causante de toda la maldad del mundo, que para aquel entonces era el Capitalismo y su ejército de mercenarios. Todos los que seguían a este ente del mal, estaban equivocados y además lo hacían por defender sus mezquinos intereses sin reparar en el pueblo oprimido. Como se puede apreciar conozco bien el libreto.
Y es aquí que viene el “Pero”. Pero entonces, vuelves a Chile y te enteras que Pinochet pierde el referéndum por un margen pequeño y que además 20 años después hay comunas (barrios) que votan por los representantes de la derecha, aquellos que habían acompañado al golpe militar (11-09-1973) que derrocaría al primer presidente socialista del mundo. Y te das cuenta que muchos de los que te cuestionan vienen de esas clases sociales que nunca han pertenecido a ninguna oligarquía y peor es cuando te hacen una pregunta tan simple como: “Me puedes mostrar donde existe ese paraíso socialista del cual hablas, para ir a verlo o mejor ir a vivir en el”.
La unión soviética tuvo 70 años para mostrar su punto y un territorio que formaba el conjunto de naciones unidas bajo un mismo sistema político más grande toda la historia y aún así no pudo lograr su objetivo. Desde ese entonces he estado escuchando tanto en mi cabeza como en la boca de otros, todo tipo de explicaciones.
“No, él no me dejo, fue la otra quien se le metió por los ojos. Ella es la culpable, pero él aún me ama”
“No, ella aún me ama, solo está confundida. Yo puedo cambiar y ella volverá”
Me pregunto cuanta veces habré repetido este tipo de mantra hasta haber aceptado que ya no estaba a mi lado.

Marcha en Paris
Paris 2003. El verano inundaba a una de las ciudades más hermosas que he conocido y con el calor y el sol radiando por doquier, salí a pasear por la ciudad. Aquella mañana había decidido caminar por los alrededores de la “Place de la Bastille”, para luego dirigirme caminando hasta la “Fontaine Saint-Michel” donde hay varios restaurantes con cocinas de varias partes del mundo.
Al salir de la estación del metro de “Bréget – Sabin”. No quise ir por la turística estación de la “Bastille”, ya que quería caminar y en la estación ya mencionada, se encuentran un par de bulevares algo menos visitados.
Al solo poner mis pies en el bulevar, me encontré con una marcha anti Yankee. Como siempre mi enemigo favorito andaba desatado buscando la manera de invadir un nuevo territorio. En aquel tiempo era Irak. La marcha estaba orquestada por varios sindicatos y grupos de izquierda. Tenían una serie de camiones y buses con alto parlantes, que repetían sin cesar varios slogan por la ocasión. Detrás venían una serie de bosques de banderas, entre las cuales se distinguía la francesa, la del partido comunista y otras que no conocía, de algún movimiento sindical.
Yo comencé a seguirles sin realmente ir dentro de ningún grupo, ya que no podía repetir sus gritos de guerra cantados con tanta euforia. Los turistas tomaban todas las fotos del momento, los comercios seguían su día a día como si nada más que un carnaval pasara frente a sus puertas. La policía estaba apostada a los lados sin intervenir y sin ningún tipo de posición que indicase estar listos para tomar alguna acción.
Así camine por algunos minutos hasta que comencé a disminuir mi marcha ya que me desviaba de mi trayecto original. Los marchantes pasaban mientras yo caminaba devuelta a donde había comenzado mi jornada.
De repente a un par de calles, divise un bosque de banderas que conocía muy bien pero aún así, no daba crédito a mis ojos. No eran pocas las banderas, de echo, diría que tenían el largo de una cuadra. Prácticamente comencé a correr hasta llegar a ellas, y cuando estuve a solo metros me detuve de golpe. Si, mis ojos no me habían engañado, eran banderas chilenas y todos ellos iban gritando y entonando canticos en español con el típico acento chileno. La mayoría eran jóvenes que debieron haber nacido en Francia o salieron del país cuando eran solo bebes. Otros mayores que parecían los líderes, eran los encargados de elegir y entonar los gritos de guerra, además de dirigir las acciones que todos seguían.
Luego de verles y escucharles, solo sentí el impulso de taparme los oídos y salir corriendo de toda esa locura. Sentí un duro golpe en mi alma ya que todo lo que vi y escuche eran los mismo cantos y acciones de protesta que yo hace casi 30 años atrás había repetido con mis primos, tíos y hermano.
“El que no salta es momio…”, “El pueblo unido jamás será vencido…”
Era como estar en una película de volver al futuro.
Que había pasado durante esos 30 años allá en Paris, con esa gente?
Habían invernado mentalmente?
Sabrían que el muro de Berlín había caído?
No sería esta la única vez en que habría de ver a mi gente negando el paso del tiempo. La marcha de ellos era una marcha individual, era de ellos, era para ellos, no era por Irak. Los Yankees nos habían robado la democracia y luego nos robarían la fecha. Esto era demasiado fuerte para quienes nunca habían tenido el derecho a la justicia.
Lo único que quedo claro para mi ese día, fue que mi gente suele prolongar su luto por mucho tiempo, lo cual les alarga su paso por la negación hasta el punto de nunca aceptar que el mundo había cambiando y que ya no éramos el tema de los salones de café de los intelectuales de izquierda. Que Pinochet y la dictadura chilena eran solo noticias de un periódico de ayer.
