
Seria a mediado de los ’90 cuando un buen amigo me invitó a disfrutar de una noche como pocas tuve en Caracas. Se trataba de un bar perdido en el tiempo en la penumbra de unos callejones oscuros donde solo el ruido de la autopista nos dejaba claro donde estábamos.
La entrada del bar me recordó aquella escena de la película “El Lado Oscuro del Corazón”, donde el personaje principal acudía a un lugar algo similar para ver al amor de su vida, una prostituta que le había mostrado ese lado, el lado oscuro del corazón, donde el amor verdadero aún se puede encontrar y es donde muchas veces se esconde de las miradas curiosas.
Una luz algo rojiza que no dejaba ver al carnaval de almas que se hallaban sentadas a la espera de que algo pase, me dio la bienvenida a esa velada.
Nos sentamos junto a otros amigos en una mesa que tenia una vista directa a la barra. En un momento tres hombres acompañados de unos pequeños banquillos y sus instrumentos se hicieron del único lugar donde la luz daba con intensidad. Una vez afinados los instrumentos comenzó un lento torbellino que con el paso del tiempo se volvía mas intenso.
El trio nos transportaba a Buenos Aires, mientras tocaban tango y a cada golpe de acordeón sentía un golpe en mi alma y en mi mente. Nunca había estado en Buenos Aires, pero su aire sureño se me hacía cercano.
Entre un par de copas de vino y una buena conversación se permitía mi mente volverme al lugar pues cada vez que el trio tocaba me devolvía a mi mundo de fantasías.
Como siempre mi imaginación me llevaba donde nunca había estado. Ahí sentada en un lado de la barra, se encontraba una mujer muy sensual que bebía un vaso de vino blanco mientras miraba a su alrededor a ver si la suerte le visitaba y por fin alguien le pagaba sus tragos y la noche.
Recuerdo bien, que me habría dejado llevar por la invitación de no haber sido por mi situación económica de aquel entonces y por mi temor a lo desconocido.

Pienso hoy en día que le habría pagado todas sus copas por solo verle lucir ese encanto tan femenino, ese aire tan sensual que me irradiaba, a sabiendas que con seguridad eran mis propios pensamientos y deseos los que se manifestaban en ella.
Esa era una parte de las noches de Caracas que habría de conocer cuando las sienes no se habían poblado de gris, cuando era joven y lleno de ilusiones.
Au revoir mes petites nuits à Caracas, comme tu me manques…

