
2018 trajo un regalo inesperado a mi vida, un viaje a la isla de Okinawa.
La compañía para la cual trabajo actualmente, nos regaló el viaje con motivo de celebrar sus 10 años.
Tan pronto supe de la invitación, empecé a buscar todo tipo de información sobre Okinawa y hacer un plan de los lugares que podría visitar en solo 3 días. Con el acercamiento de la partida, comenzaron a venir a mi mente libros y películas sobre Japón y con ello una infinidad de preguntas sobre un mundo que además de bizarro se presentaba extraño y totalmente desconocido.
Nada de lo visto durante mi vida me acercaba al lejano oriente y nada me habían preparado para esta experiencia. Pues para mí no era un simple viaje de negocios o turismo, para mí era un sueño de larga data luego de haber leído los viajes de Marco Polo en mi juventud. La quimera del oro de Cipango (Japón), volvían a encender mi sed de aventura.
Para ser más exacto, el foco de mi curiosidad se concentraba en las historias leídas de un mundo más allá de Catay (China) donde su gente desde que se despierta hasta que se acuesta, está en la búsqueda de la perfección. Existe algo así en este planeta? O son solo fabulas de ebrios marineros que engrandecían sus experiencias en sus viajes. O sueños de un oscuro navegante tras la montaña de oro de Cipango.
Lo cierto es que tres días solo dan una microscópica mirada a un mundo el cual requeriría toda una vida para poder entender y apreciar.
Mi primera observación de su gente y su cultura es el minimalismo predominante en todo el quehacer diario. Luego su otro signo inequívoco es el orden y la limpieza que llega a niveles nunca antes visto por mí. Pero todo esto no es una meta en sus vidas, es algo totalmente enraizado en su gente. Es como si ellos nacieran con este sello en sus genes. No es una opción para ellos, la única opción es la formula contraria, el desorden.
Mi manager es de HK (Hong Kong) y trabaja 24/7 y no exagero. Para él, esto no tiene el mismo significado que tiene para nosotros los occidentales (westerners). Para nuestros estándares, llamaríamos a estas personas trabajólicas o quizás esclavas del sistema. Nada más lejos de su entender.
Otra impresión que dejaron en mí, es su gentileza y el deseo de servir y ayudarte en todo momento.
Cuando le contaba, todo lo visto a mi esposa, ella casi empaquetaba todo para mudarnos a ese paraíso, hasta que le conté la otra parte de mi experiencia, el lado oscuro, que no es tal, es solo las diferencias culturales que se volverían muros infranqueables.
Como mencioné, el orden y la limpieza no es para ellos una opción, como si lo es para nosotros. Y esto se acentúa en el más completo minimalismo que tiene su arte y decoración. Un palacio como el de Versalles, les resultaría intragablemente rococó e imposible para ellos habitar. Una de mis experiencias fue la visita al castillo de Shuri. Como fortaleza nada que envidiar a cualquier castillo europeo, pero de una sencillez infinita. Parte del recorrido por el castillo incluye una visita al salón del té, el cual por un precio módico te puedes sentar y tomar té con unas galletitas. Antes de entrar al salón debes dejar tus cosas en unos lockers, los cuales tenían unas llaves de madera y nada electrónico. Por supuesto debes asumir que antes de entrar al ala principal del castillo, debes haberte quitado los zapatos, ya que el suelo brilla y las medias blancas de las personas que te asisten se mantienen blancas pese al caminar todo el día por las habitaciones del castillo. Luego el té, no lo puedo explicar porque para ello quien lea estas líneas debe haber tenido el placer de haber degustado los tés de esa parte del mundo, sino, no es posible ser justos con ellos. Se beben sin azúcar, cosa que me encantó ya que tanto mi esposa como yo llevamos años bebiendo café y té sin ningún endulzante. Esto hace que se aprecie mejor el sabor y la sensación de relax que ellos proporcionan. El té verde y el de jazmín, son hoy en día mis favoritos, con el pesar que se me ha hecho difícil conseguir esos tés. El salón del té solo tiene una gran mesa a la altura de las rodillas y una vista a uno de los jardines, esto es otra experiencia, así como los acabados en la madera que eran toda la decoración existente. Por supuesto sus jardines, otra vez minimalistas, donde pareciera que se encargan de colocar todos los días las piedras en una posición para dar una imagen en completo balance y eso es toda la decoración.
Otra cosa que nos separa, es lo hierático que son, el contacto físico parece ser visto con cierta vergüenza, y en la mayoría de los casos totalmente prohibidos. A mí me pasó que una de las personas con las cuales estábamos hablando en una velada, parecía no sentirse bien, así que me acerque a ella y le puse la mano en hombro a la vez que le preguntaba: Are you okey? (típico latino), bueno sentí en su mirada como en la de los demás una total desaprobación, así que inmediatamente pedí disculpes y hui en la primera de cambio. Me sentí tan avergonzado que no me acerque a ella en el resto del viaje.
Veamos ahora la cantidad de protocolos que hay que aprender y seguir sin chistar.
- Entregar el dinero o cualquier forma de pago en una pequeña bandeja y si no la hay usar las dos manos para pasar y/o recibir el dinero o la tarjeta.
- Saludar todo el tiempo con una leve inclinación.
- Igual ritual al dar las gracias, debo reconocer que esto hasta cierto punto me comenzó a molestar, ya que ellos te piden disculpa y dan las gracias todo el tiempo por cada cosa que hagan o no.
- No dar propinas, esto es una ofenda.
Y la lista apenas comienza.
A mi entender, debo haber contabilizado no menos de 10 errores de protocolo sin contar con los que no estoy consciente de haber hecho.
En general la experiencia fue buena y repetible y si alguien me lo pregunta, lo invito a que visiten ese lado del mundo, ahora para ir a vivir ya lo dejo en sus manos, en mi caso es un rotundo “No Way”. Ni yo estoy preparado para ese mundo ni ellos se merecen semejante bárbaro.
