Introducción
Gracias a la historia que compartiera Alejandro Gabatel Oh bitter sweetness , me vino a la mente un recuerdo de mis primeros días en Paris.
Paris fue la ciudad donde comencé a abrir los ojos sobre muchas ideas que ya rondaban mi cabeza. El hecho de haber estado en casi un total aislamiento comunicacional, me ayudo a revisar mis tareas pendientes, y una de ellas fue esa extraña relación que tenía para mí la comida con la vida. Quien mejor describe esto es el escritor Brasileño de “Doña Flor y sus dos maridos”, Jorge Amado. Su libro está lleno de recetas de cocina así como de la vida de sus personajes. Otra forma de entender mi punto, se puede encontrar en el libro: “Como agua para chocolate” de la mexicana Laura Esquivel.
Escritores como Gabriel García Márquez e Isabel Allende, hacen uso de eso que se ha terminado por llamar: “Realismo Mágico”, para describir la vida en Latinoamérica, algo así como un surrealismo a la latina. Hoy en día concuerdo con el comediante Mexicano Odin Dupeyron, quien piensa que nosotros tenemos un exceso de pensamiento mágico pendejo. Pero este es otro tema…
Café y chocolate, resume un gran aprendizaje de mi mismo y del mundo del cual venía. El chocolate es un fruto autóctono de América, mientras el café procede de África y quienes lo mezclaron fueron los europeos. Esta mezcla fue la que formo el carácter del venezolano. Me imagino que esto de se puede extrapolar a casi toda América como continente.

Café y chocolate
Paris 2003. Era mediado de abril y la primavera nos regalaba un soleado y fresco fin de semana. Por mucho tiempo pensé que no había nada más hermoso que una primavera en Paris.
Ya hacia un tiempo en que me encontraba algo melancólico, pues por mucho que me gustara la ciudad, la estaba viviendo solo y sin prácticamente ningún amigo.
Esa mañana me levante temprano a caminar por los alrededores de Denfer Rochereau y Montparnasse, pase por el famoso cementerio de Montparnasee hasta llegar a la torre que tiene el mismo nombre. En sus alrededores hay muchas Brasseries y pequeños cafés. Las calles apenas se comenzaban a llenar de turistas y de locales comprando en un pequeño mercado que se coloca en un boulevard al lado de la torre.
Pasé casi sin mirar esa pintura y me dirigí a un café ya conocido, tenía sus mesitas y sillas en la terraza a la espera de clientes. Me senté y cuando el mesonero se acercó hicimos el intercambio de saludo mínimo necesario para empezar cualquier trámite en Francia. Los buenos días.
– Bonjour.
Por un par segundos pensé lo que iba a pedir, y solo vino a mi mente un café.
– Un café s’il vous plaît.
El café en Paris es un espresso que normalmente viene acompañado de un trozo de chocolate no muy dulce. Había visto como algunos lo consumían después de beber el café y otros solo lo dejaban dentro del café hasta que este se derretía dentro de este.
Esa mañana, yo solo tenía mucha añoranza de todo lo que había dejado, así que me deje llevar por mis recuerdos de joven cuando viajaba por Venezuela, de mis amigos y mis amores.
El mesero paso raudo y sin avisar dejo la taza de café junto con el chocolate y la cuenta en mi mesa.
– Merci. Dije.
Abrí el pequeño cuadrado de chocolate y lo metí en mi boca para morderlo y partirlo en dos, dejando una mitad para otro sorbo de café.
Sin pensarlo, lo lleve debajo de mi lengua y con un pequeño sorbo de espresso al cual no le había añadido nada de azúcar, este se comenzó a derretir produciendo una mezcla amarga con un destello de dulce. Sentí en ese momento que el olor del café y el sabor que dejaba en mi boca la mezcla con el chocolate me transportaban a una tierra más caliente, que se me volvió una amante, con olor a café y dulzura a chocolate. Tenía toda la fuerza que el amargo del café y el cacao pueden generar pero aun así, yo solo quería ser consumido por esta combinación.
El sabor explotaba en mi boca una y otra vez, hasta que terminé de consumirla. Pase mi lengua por toda mi boca buscando cualquier rastro de este sabor hasta que no quedo más.
Entonces mire la otra mitad de chocolate y lleve la taza de café cerca de mi nariz para poder sentir mejor su olor. Y con la mayor de mis calmas lleve este ultimo trozo de chocolate a mi boca, con delicadeza como si se tratase de una amante, la puse debajo de mi lengua y lentamente sorbí café dejando un poco para más tarde. Tal y como lo esperaba, la mezcla hizo su esperado efecto pero esta vez cerré mis ojos para dejarme llevar por su fuerza, así como cuando uno es guiado por su amante.
Prolongue esa lucha de sabores por un largo rato, mis sentidos se aferraban a esta lucha mientras mis recuerdos proyectaban en mi mente mis más gratas memorias. Cuando este dolor dejo de existir, abrí mis ojos para ver la taza con aquel último sorbo.
Mire la cuenta en la mesa y puse en dinero y sin más tome el último sorbo, ya algo frio, y sin más me levante de la mesa, mientras el amargo café cundía por toda mi boca, para con ello recordarme que estaba vivo y que era un hombre afortunado porque he sido amado.
Así recuerdo mi primera primavera en Paris.

Solo puedo decir “qué lindo Claudio”.
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